

Podríamos darte tres razones para comprarte una Dreamcast. Qué demonios, podríamos darte diez o más, pero si solamente pudiéramos darte unas cuantas, Resident Evil Code Veronica figuraría entre ellas. Resuelto desde hace tiempo el debate de si Code Veronica era el mejor capítulo de la saga Resident Evil hasta su aparición (lo es, y de lejos), lo que nos queda de este título absolutamente magistral es algo más que el recuerdo, es el legado vivo (sigue en forma casi 20 años después de salir por primera vez ) y la constatación de que cuando tienes algo genial entre manos y funciona a la perfección, es una estupidez cambiarlo. Desde su aparición en Dreamcast en el año 2000, Code Veronica sigue siendo uno de los mejores y más bellos capítulos de la saga, compitiendo incluso (y mejorando, por qué no decirlo) con algunas de las entregas más recientes. Sublimado en su versión ampliada y conocida como Resident Evil: Code verónica X, este juego nos mete de lleno (como solamente los Resident Evil saben hacerlo) en un mundo de pesadilla en el que la investigación del entorno y la inteligencia aún primaban sobre la puntería y la munición, algo que nunca debió cambiar y de lo que se ha resentido la saga durante varios años, hasta el punto en el que afortunadamente parece que en Capcom han escuchado a los fans de la saga y a raíz de la publicación de Resident Evil VII todo parece estar volviendo a lo que era en los gloriosos días de Code Veronica.
La historia del juego es sobradamente conocida: Claire Redfield, una de las protagonistas de la que en mi humilde opinión es la otra joya de la corona en la saga (Resident Evil 2, por algo quieren hacer un remake) llega hasta una misteriosa isla siguiendo las pistas que le conducen hasta el paradero de su hermano Chris (protagonista del Resident Evil que inició la saga), y una vez allí descubrirá que a veces es mejor quedarte en la cama y no salir de casa. Todo se va al infierno nada más empezar la aventura, y poco a poco y sin advertirlo, siguiendo la fórmula clásica de los Resident Evil, cuando quieres darte cuenta ya estás total y absolutamente atrapado por la historia. Todo lo que ha hecho grande a la saga de Resident Evil está aquí, ampliado, aumentado y mejor que nunca: zombis que por primera vez y gracias a la capacidad técnica de la potente consola de Sega dan verdadero espanto, enemigos de final de fase grandiosos y memorables, personajes secundarios con carisma y personalidad propia (Steve nos conquistó a todos, mereció mejor suerte), más y mejores armas, más y mucho más ingeniosos puzles y acertijos, un argumento digno de novela (por cierto, no os perdáis la adaptación a novela escrita por S.D. Perry y publicada en España por Timun Mas), unos villanos que no dejan de ser entrañables y a los que acabas queriendo, y todo un larguísimo etcétera que nos hace decantarnos a favor de Code Veronica sin dudarlo un instante como uno de nuestros juegos favoritos, no solo de Resident Evil, sino de todo el catálogo de la Dreamcast y el panorama retro en general. Ya no se hacen juegos como los de antes, no es un tópico, es una realidad. Code Veronica fue especial por muchos motivos, entre otros, porque fue el último Resident 100% fiel a la fórmula original, porque sí, efectivamente, Resident Evil 4 fue sublime, realmente magistral (para mí el último Resident Evil de Sobresaliente), pero el planteamiento, el tono, las cámaras, la dinámica…Ya nada volvería a ser igual.
Code Veronica es uno de esos raros juegos que se disfrutan desde el primer minuto hasta el último, todo está medido y calculado en absoluto crescendo con precisión de cirujano para enredar al jugador y atraparle en sus redes. Es un juego maldito, capaz de engañarte una y otra vez para que sigas intentando descifrar la trama al más puro estilo Hitchcock (las reminiscencias de Psicosis son demasiado obvias como para intentar disimularlas). Hay algo que hace especialmente bello, memorablemente épico e inolvidable a Resident Evil Code Veronica que uno no alcanza a describir, quizá sea la belleza de sus detallados y barrocos escenarios, lo variado de los mismos, la tremenda personalidad de sus personajes principales y secundarios, absolutamente redondos, que huyen del típico protagonista acartonado y maniqueo que carece de motivación o profundidad psicológica alguna (y que por desgracia tanto abunda en los videojuegos de hoy en día), o quizá sea porque es sencillamente uno de esos juegos más grandes que la vida misma porque recrea un mundo propio que se estructura en base a sus propios principios y sus propias reglas. No deja de ser lineal, siempre tienes que acabar haciendo una serie de cosas para poder progresar en la aventura, pero te deja cierta libertad para que explores y experimentes cosas diferentes. Es uno de esos juegos que ganan conforme vuelves a jugarlo más veces, no necesariamente porque vayas a desbloquear nada del otro mundo, sino porque aprendes a quererlo y a valorarlo como es: una auténtica joya de otros tiempos más refinados, de las que hoy en día ya no se hacen y que merece mucho la pena redescubrir de vez en cuando. Bienvenidos a la pesadilla. Una vez más. Jamás pasar miedo fue algo tan divertido…
-Enrique Segura Alcaide-